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“Hey, Ho, Let’s Post!”

“Hey, Ho, Let’s Post!”

Les pido prestado, a Joey, Johnny, Dee Dee y Tommy, uno de sus gritos de guerra más célebres para usarlo como título de esta primera columna de mi blog –confiando, desde mi condición de fan acérrimo, en que accedan a ello sin mayores reparos–. No sólo porque es una magnífica declaración de intenciones condensada en unas pocas palabras, sino también porque hay algo relativo a Ramones que me llama mucho la atención desde hace tiempo.

Decididamente, Punk is not dead: la marca Ramones perdura, y sobrevive no ya al legendario grupo neoyorquino como tal, sino a todos y cada uno de sus miembros (R.I.P.).

Esto se puede advertir sin más esfuerzo que el de darse una vuelta por las tiendas de moda, muchas de tinte anglosajón, que pueblan las calles de Madrid; sorprendentemente –al menos para mí, que crecí al son de los estrepitosos acordes de “She’s The One” o “Sheena Is A Punk Rocker”–, cientos de camisetas de los Ramones cuelgan de las perchas de esas tiendas, cuarenta años después de la formación de la banda.

Sin duda, un case study en el ámbito del branding.

¿Por qué se venden hoy tantas camisetas de Ramones? ¿Qué es lo que hace que tantos años después de su último concierto –tuvo lugar en 1996–, la gráfica ramoniana continúe en auge?

Probablemente no exista una respuesta sencilla a esas preguntas.

No es mi intención hacer aquí un análisis del fenómeno desde el punto de vista musical, aunque estoy seguro de que la idiosincrasia de la música de Ramones es una de las razones que explican la longevidad de la marca. Pero sólo hasta cierto punto.

En efecto, la música de los Ramones, caracterizada por su vigor, desenfado y energía, tiene también cierto grado de eclecticismo. Del trepidante ritmo de “Today Your Love, Tomorrow The World” a los acordes melódicos de “Baby I Love You” hay todo un rango de posibilidades capaz de satisfacer los gustos más diversos –no a los amantes de otros géneros, pero sí a quienes disfrutan del rock más o menos “duro”, sin caer en etiquetas–.

Pese a ello, Ramones nunca llegaron a alcanzar el “top of the pops” que perseguían –ellos y sus compañías discográficas–. Sin embargo, sus iconos continúan siendo “top of the pops” dieciocho años después de su última actuación.

Aunque desconozco si los más jóvenes de entre quienes compran y visten esas camisetas han escuchado alguna vez una canción de Ramones, sospecho que en algunos casos no sea así. Esto haría aún más llamativo este fenómeno, puesto que no se trataría ya de un caso de fans de un grupo… sino de fans de una marca.

Seguramente el logotipo y el símbolo creados por Arturo Vega (R.I.P. también) tengan mucho que ver con el éxito perdurable de la gráfica ramoniana. Contundente y sobria, con elementos suficientes para constituirse en emblema no ya de un grupo, sino de una generación, la gráfica diseñada por Arturo Vega –no sabemos en qué grado participaron intuición y raciocinio en su creación– estaba llamada a subsistir durante mucho tiempo, por varias razones:

Es sencilla: a pesar de reunir elementos diversos, el símbolo es, desde un punto de vista gráfico, bastante simple: forma circular; negro sobre blanco o blanco sobre negro; una tipografía sólida e intemporal… y los nombres de los miembros del grupo, dispuestos alrededor del símbolo central.

Es fácilmente reconocible: el uso del símbolo del Congreso de los Estados Unidos, modificado con un toque algo naïf –el bate de baseball, más que una referencia a la violencia, parece tener su origen en la afición de Johnny Ramone por aquel deporte–, hace del emblema de Ramones un “American icon” desde el primer momento.

Es impactante: el emblema combina con gran acierto las dos tipografías en las que están compuestos, respectivamente, el logotipo propiamente dicho —“RAMONES”— y los nombres de los integrantes del grupo con los elementos gráficos del símbolo, creando una imagen realmente llamativa.

Arturo Vega hizo un gran trabajo de branding en el terreno gráfico. Pero ¿hay algo más que contribuya a que la marca Ramones se haya convertido en un icono universal?

Es obvio que hay otros aspectos del branding de Ramones que no podrían haber pasado desapercibidos.

Particularmente, tengo cierta predilección por Joey –y parece que no soy el único: U2 acaba de publicar un disco en iTunes, entre cuyos temas se cuenta uno titulado “The Miracle (Of Joey Ramone)”–, su aspecto desgarbado y esa aparente mezcla, a partes iguales, de romanticismo y hardcore. Pero todos los integrantes de Ramones tienen una notable personalidad y, juntos, conforman unos de los grupos con una identidad visual más sólida de todas las épocas. Así es: los jeans ajustados, raídos hasta el desgarro –probablemente fueran ellos los precursores de esa moda– pueden ser parte del branding de un producto.

El de Ramones es un caso singular en este aspecto. Si normalmente nos referimos con la expresión “producto de marketing” a algo vacuo, tal vez insulso, que sin embargo es dotado de personalidad e imagen gracias a una campaña de publicidad en la que se invierte mucho dinero, hasta el punto de convertir ese “algo” en un éxito comercial, entonces se podría afirmar que Ramones son la antítesis de un producto de marketing. Y creo que este es un factor clave para entender la longevidad de Ramones como marca: desde el principio tuvieron una idea muy clara de lo qué querían hacer, de cuáles eran sus inquietudes colectivas –a pesar de las naturales diferencias entre sus distintas personalidades individuales–, y además contaban con un entorno muy definido, de manera que su branding se fue desarrollando de manera “espontánea” a lo largo del tiempo. Tan espontánea como el producto que proponían.

Hablando del producto… ¿se os ocurren muchos casos de marcas que se hayan mantenido en el mercado por largo tiempo, incluso cuando tal producto no haya evolucionado en absoluto durante casi veinte años –casi la mitad de la vida de la marca–, y sin hacer publicidad?

Intuyo que no.

Lo cierto es que el producto fabricado por Ramones, siendo ecléctico hasta cierto punto, es sobre todo muy consistente. Y me refiero a todas las facetas de su producción artística: a sus músicas y letras desde luego, pero también a sus vídeos, películas, cómics y referencias literarias. Incluso cuando, esporádicamente, se adentran en terrenos más melódicos, o cuando suenan más hardcore –sobre todo, en sus últimos discos– mantienen intactas sus señas de identidad.

Se podría afirmar que el de los Ramones es un buen producto –por más que a muchos les horrorice ese tipo de música–, sencillamente porque gusta a un gran número de personas.

Así, tenemos una gran marca desde el punto de vista gráfico, un branding extraordinario en lo que se refiere a otras facetas que no son el emblema en sí mismo, y un buen producto; seguramente todo ello sea suficiente para explicar la durabilidad de la marca Ramones.

Pero aún hay más. Para quienes conocemos y hemos disfrutado del grupo –y de esto son conscientes quienes comercializan sus camisetas y otro merchandising–, las muertes sucesivas de Joey, Dee Dee, Johnny y Tommy –los tres primeros, en el transcurso de sólo tres años, entre 2001 y 2004; y el último, este año– han elevado a Ramones a la categoría de mito. Hay casos en los que la muerte trae consigo un “tirón comercial”, y este podría ser uno de ellos.

Es posible que con el paso del tiempo, cuando la desaparición de los miembros del grupo no sea ya reciente, las camisetas del grupo neoyorquino desaparezcan también de aquellas tiendas a las que me refería al principio; pero, aún así, creo que la marca Ramones nos seguirá acompañando por muchos años.

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